Share this story


 | Por Mary D. Dillard

Ver la presencia de cristo

La lección imborrable de un diácono

“No me importaría volver tiempo completo al Sagrado Corazón, pero aquí es donde pertenezco,” dice el diácono Mike Cova antes de hacer una pausa para contener las lágrimas. “Aquí es donde la gente necesita más ayuda”.

El ministerio rural, que ha sido el enfoque principal del diaconado del diácono Cova, no es un ministerio con el que todos en la diócesis están familiarizados. Para muchos que viven en las áreas metropolitanas de Birmingham y Huntsville, asistir a misa es fácil, con numerosas parroquias a poca distancia y con muchos horarios de misas disponibles. Sin embargo, la Diócesis de Birmingham es técnicamente una diócesis misionera, lo que significa que hay una serie de recursos escasos, entre los que se destacan los medios financieros y la mano de obra.

Al haber crecido en Anniston, el diácono Cova está muy familiarizado con las realidades de una diócesis misionera, pero su camino hacia el ministerio rural no sucedió de un día para otro. En sus primeros años, su madre, que era bautista del sur, asistía al servicio dominical de una iglesia bautista local, lo que significaba que él y sus hermanos iban con ella. Esto fue hasta que un sacerdote jesuita llamado Padre Frank Giri se hizo amigo de sus padres. A la edad de seis años, el joven Cova fue bautizado católico por el Padre James Smith en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Anniston. Recordando, el cree que el día de su bautizo fue cuando comenzó su amor por la iglesia.

A lo largo de su vida, su deseo de servir a los demás continuaba creciendo. Incluso utilizó su talento como florista para “ayudar a los demás mientras estaban en la iglesia para mejorar su experiencia antes de la Eucaristía”. Su corazón de servidor fue notado por el Padre Richard Donohoe al poco tiempo de haber empezado su nombramiento como párroco del Sagrado Corazón. “Lo que hizo más que cualquier otra cosa,” recuerda el diácono Cova, “fue buscar diferentes personas para involucrarlas más en las actividades diarias del día a día. El encontraba la manera de sacarlo de ti”.

El diácono y su esposa, Lanelle, respondieron con entusiasmo a la llamada del Padre Donahoe y dirigieron la escuela parroquial de religión y el grupo juvenil a principios de los años 90. La experiencia fue tan profunda que lo impulsó a considerar el diaconado. Sin embargo, en ese momento, la diócesis no tenía un programa activo de formación del diaconado. En cambio, él tomó tres años de cursos de ministerio laico en la oficina diocesana de Ministerio Laico, encabezado por la hermana Marie Leonard, O.S.B.

En 1997, el Obispo David E. Foley, el tercer obispo de Birmingham, aprobó un nuevo programa de diaconado, identificando cuatro necesidades pastorales que quería que los diáconos atendieran. Una de las cuatro necesidades resultó ser el ministerio rural.

El hombre elegido para dirigir el programa, el diácono Sam Anzalone, reunió a una amplia gama de clérigos y académicos para ayudar a formar a los hombres. Uno de los sacerdotes invitados a enseñar fue un sacerdote vicentino, el padre Bruce Krause. El Vicentino, cuya orden es conocida por servir a los pobres en áreas rurales, dejó una impresión duradera en el futuro diácono, y al principio, la impresión no fue exactamente favorable. Para consternación del diácono Cova, en realidad no obtuvo excelentes resultados en la clase, lo que le preocupaba.

En un esfuerzo para ganar un mejor entendimiento de su rendimiento académico mediocre, diácono Cova ideó un plan: práctica. Este elemento de formación, durante el cual los candidatos reciben experiencia práctica en un ministerio, sería el medio para obtener claridad. Así que, para su práctica, eligió la iglesia de San Marcos en Ashland. Por supuesto, no fue una coincidencia que el Padre Krause estaba sirviendo a la parroquia y la comunidad. “Tenía que averiguar por qué no me había ido bien en clase,” explica el diácono.

Al principio, fue difícil. El diácono Cova acompañaba al sacerdote en sus visitas a los hogares de los pobres, después de cada una el padre le preguntaba, “¿Qué observaste en esta casa?” La pregunta y otras similares desafiaban al diácono. “¿Qué debo observar?” pensaba el diácono. “¿De dónde viene este tipo?”, reflexionaba él. Sin embargo, una visita, le ayudó a abrir los ojos.

Para esta visita, los dos fueron a la parte de atrás de un contenedor de basura, estacionando en la mitad del bosque a la entrada de un sendero toscamente cortado. Al recorrer un cuarto de milla de largo, el padre Krause y el diácono Cova llegaron a una casa modesta. Después de tocar la puerta, la solitaria residente abrió la puerta de entrada, sonriendo de oreja a oreja con una sonrisa desdentada. Con tanta alegría, la mujer, no católica, les dio a los dos la bienvenida a su casa.  “Ella estaba encantada de sentarnos en la mesa de su cocina,” recuerda el diácono Cova. Cuando la mujer busco en su almacena, el diácono se dio cuenta de que solo tenía una sola cosa: una lata de duraznos. Sin dudarlo, la mujer agarro la lata de duraznos, la abrió y se la ofreció al sacerdote y al diácono.

En ese momento, el diácono se dio cuenta. Esta mujer, una “pequeña dama que ha sido olvidada,” abrió feliz su casa y compartió lo último que tenía. La lección que el Padre Krause ha estado tratando de enseñarle ahora estaba clara. “Me estaba enseñando a buscar la presencia de Cristo en estas casas, en su pobreza,” atestigua el diácono Cova.

El diácono siguió sirviendo al lado del Padre Krause “de vez en cuando” durante el resto de su formación. Cuando llegó el momento de su ordenación al diaconado permanente en 2000, fue asignado a su parroquia natal, el Sagrado Corazón. Al principio de su ministerio en el Sagrado Corazón, el padre Bob Sullivan fue asignado como párroco, y después de “largas conversaciones,” el padre Sullivan verbalizo lo que el diácono sabía en su corazón: “Le va a ir mejor en el ministerio rural.”

En el transcurso de las últimas dos décadas, el diácono Cova ha servido en San Marcos en Ashland, Todos los Santos en Anniston, la Sagrada Familia en Lanett y la Inmaculada Concepción en Wedowee, atendiendo a todas las comunidades, ya sean hispanas, negras o blancas. Mientras que los bautismos son los más destacados de su ministerio, su alegría viene de servir a las personas que viven sus vidas tal como la mujer en el bosque lo hizo hace muchos años, confiando en Dios con una fe inquebrantable. Lo que parecía tan difícil de entender para el diácono en sus días de formación se ha convertido casi en una segunda naturaleza, porque es en las personas que dan no con lo “extra,” sino con sus “medios” lo que hace que la presencia de Cristo sea más clara.