| Por El Reverendícimo Steven J. Raica

‘Sin ti, Oh Cristo, ¡No puedo vivir!’

Queridos amigos,

La celebración de misas en la iglesia del Espíritu Santo en Huntsville y en la Catedral de San Pablo en Birmingham para aquellos que recientemente vinieron a la iglesia para la Vigilia Pascual ha sido para mi una ocasión alegre. No puedo dejar de pensar de como el Señor continúa su trabajo, incluso en tiempos de pandemia, para llamar a las personas hacia El.

Si bien no tuve tiempo de hablar con todos, aquellos con quienes tuve algunas palabras me expresaron cómo esta fue una gran decisión para ellos. La decisión y actuar sobre ella les trajo una gran tranquilidad interior. Cada persona tuvo un camino distinto y enfrentó obstáculos diferentes a lo largo de ese camino. Sin embargo, su respuesta común fue similar: “He encontrado algo que mi corazón estaba buscando”. Me recordó tanto a la reflexión de San Agustín que su corazón estaba ‘inquieto” hasta que descansó “en Ti (el Señor).”

Aquellos de nosotros que hemos crecido en la fe católica damos por sentada nuestra fe. Nuestro catolicismo es como el aire que respiramos. Ya es parte de nosotros. Sabemos el vocabulario, los rituales y las expectativas morales para vivir. Aunque no seamos perfectos en todos los aspectos, nos quedamos con la fe porque es para nosotros como una estrella polar o punto de referencia que nos guía a través de nuestras vidas.

En parte es porque, en el fondo, amamos a nuestras parroquias y el compañerismo que engendra.  Aún más, como aprendimos en nuestra Primera comunión, la Eucaristía es el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Cristo — algunas veces es verdaderamente maravilloso.

“Venid a mí… ¡Yo los haré descansar!” Sabemos, incluso instintivamente, que pase lo que pase a nuestro alrededor, es ofrecida ciertamente una relación con Cristo y su Iglesia.

Sabemos esto, especialmente en tiempos de una gran tragedia o tristeza. Pero incluso en momentos de gran alegría, sentimos una serenidad interior que nos invade a causa de nuestra fe.

Si, los sacramentos, especialmente la Eucaristía, nos llevan a una relación personal y profunda con Jesús, nuestro Salvador. ¡Qué bendición que es esto! La gracia de Cristo estaba bien entretejida en la fábrica de las vidas de los santos. En retrospectiva, muchos concluyeron rápidamente, “¡Sin ti, oh Cristo, no puedo vivir!” Necesitamos a Nuestro Señor, por supuesto, para que venga a buscarnos. El punto de encuentro en los sacramentos son momentos privilegiados para renovar y recargar nuestra fe.

Cada año, aquellos que se unen a la iglesia nos ofrecen aliento y esperanza. Se convierten en una parte integral de nuestra familia — nuestra familia de fe — para presenciar en primera instancia la presencia de Jesús en el mundo de hoy y la decisión concreta de seguirlo. Sus historias de fe nos alientan a tomar seriamente nuestro propio camino de fe.

Uno de los objetivos principales de nuestra revista One Voice es la de compartir historias inspiradoras de fe de individuos de nuestra diócesis: ¿Qué los trajo a nuestra comunidad de fe católica? ¿Cómo se sostienen en la práctica de nuestra fe? Y, ¿Cómo compartimos las Buena Nuevas que hemos encontrado al conocer a Jesús como Señor y Redentor? No puedo esperar para escuchar acerca de tu camino de fe.