 
“La promesa de una nueva clase de riqueza”
            Queridos hermanos y hermanas en Cristo, a medida que se acercan las fiestas de Acción de Gracias y Navidad, nuestros corazones se sienten naturalmente atraídos hacia la gratitud, generosidad, abundancia y el misterio de la cercanía de Dios. Sin embargo, estos días santos tienen sus raíces en las humildes circunstancias del nacimiento de Cristo, quien no nació en un palacio, sino en la pobreza, de padres que vivían con sencillez y confiaban plenamente en la providencia de Dios.
      
        
            Queridos hermanos y hermanas en Cristo, a medida que se acercan las fiestas de Acción de Gracias y Navidad, nuestros corazones se sienten naturalmente atraídos hacia la gratitud, generosidad, abundancia y el misterio de la cercanía de Dios. Sin embargo, estos días santos tienen sus raíces en las humildes circunstancias del nacimiento de Cristo, quien no nació en un palacio, sino en la pobreza, de padres que vivían con sencillez y confiaban plenamente en la providencia de Dios.
Cuando pensamos en la pobreza, nuestras mentes suelen pensar primero en las necesidades materiales: el hambre, falta de vivienda adecuada, carencia de ropa y las cargas que pesan sobre tantas familias en nuestras comunidades locales. De hecho, estas necesidades reales nos claman, y estoy agradecido por nuestras parroquias y ministerios que responden tan generosamente, muchas veces sin reconocimiento, para ayudar a satisfacerlas. De manera silenciosa, el abastecimiento de las despensas, la entrega de comida, el pago de alquiler, el ofrecimiento de un oído compasivo – nuestro pueblo está viviendo el Evangelio, siendo la presencia de Cristo en el mundo. Nuestras Sociedades de San Vicente de Paúl, los grupos de: Ladies of Charity, Food For Our Journey, Holy Rosary Food Bank y muchas otras organizaciones caritativas de toda nuestra diócesis se ocupan de los más vulnerables de nuestras comunidades. ¡Gracias por su testimonio de esperanza!
Pero la pobreza es más grande y profunda que la carencia de pertenencias materiales. También existe la pobreza espiritual, el vacío de un alma en busca de un sentido sin Dios. Existe la pobreza relacional: la soledad, la alimentación o la dolorosa experiencia del rechazo. Estas pobrezas nos hieren de maneras que la comida o el dinero no pueden curar. Sin embargo, Cristo viene a nuestro encuentro, ofreciendo lo que ninguna riqueza puede comprar: una relación con Èl, quien es el que satisface nuestras necesidades más profundas, alivia nuestra soledad y nos abre a una vida vivida en libertad y esperanza.
T. S. Eliot escribió una vez en su obra Choruses on the Rock: “En los lugares vacíos construiremos con ladrillos nuevos.” Qué cierto es esto para nosotros como Iglesia. Donde la pobreza parece más fuerte, el amor de Cristo construye algo nuevo. En lugares vacíos, el Espíritu forma comunidades de esperanza. Esto es lo que pasa cada vez que una parroquia se preocupa discretamente por los pobres o un discípulo tiende la mano a un vecino necesitado, sin alarde, pero con amor. Con el amor de Cristo, estamos construyendo algo nuevo.
Al entrar esta temporada de gratitud y alegría, los invito a ver en el nacimiento de Cristo la promesa de un nuevo tipo de riqueza: la vida con Dios, derramada sobre nosotros en misericordia y amor. Que seamos generosos en el cuidado de nuestros hermanos y hermanas que tienen necesidades materiales. También estemos atentos a aquellos que tienen hambre de amistad, de pertenencia y de fe. Al hacerlo, vivimos de manera diferente, no para nosotros mismos, sino para Cristo y para los demás.
El Día de Acción de Gracias y la Navidad pueden ser un tiempo de esperanza renovada para ustedes y sus familias. Que Cristo, quien nació en la pobreza llene sus vidas con riqueza de Su paz.
¡Dios los bendiga a todos!
Por el Reverendísimo Steven J. Raica es el Quinto Obispo de la Diócesis de Birmingham en Alabama.

 
         
        