| Por El Reverendísimo Steven J. Raica

El Tribunal Matrimonial

Buscando la verdad y luchando por la salvación de las almas

Mis hermanas y hermanos, desde el principio, la Iglesia siempre ha tomado seriamente el matrimonio. Creemos en las palabras que la pareja dice en la ceremonia matrimonial: “Te tomo como mi esposo/esposa, para tenerte y sostenerte, desde este día en adelante, para bien o para mal, por rico o pobre, en la salud y la enfermedad, hasta que la muerte nos separe.” Cuando ambos contrayentes son bautizados, el matrimonio alcanza la dignidad del vínculo inquebrantable en el sacramento del matrimonio que perdura hasta la muerte de uno de los contrayentes. El matrimonio para nosotros, como fue querido por Dios, es una institución para toda la vida. Ambas partes de la pareja deben saber por qué están entrando en esta unión. Deben tener una madurez mínimamente suficiente para entender lo que implica el matrimonio. No debe haber ningún engaño o error cuando la pareja hace sus votos. No debe haber nada que comprometa la plena conciencia de los individuos que hacen esos votos para poder contraer un matrimonio válido.

La misión del tribunal es respetar los derechos de aquellos que realmente buscan el matrimonio.  Algunas veces sucede que surgen ciertas preguntas sobre el estado de las personas. ¿Se contrajo el matrimonio adecuadamente? ¿Se observó la forma correcta? ¿Cuáles fueron las verdaderas y reales intensiones de la pareja en el momento del matrimonio? ¿Tenían la intención de cumplir las obligaciones del matrimonio con relación a estar abiertos al don de los hijos? ¿Tenía la intención de que el matrimonio sería “para toda la vida”? ¿Hubo algún impedimento psicológico profundo que hubiera comprometido la libertad de una de las partes cuando dieron su consentimiento matrimonial?

Estas son algunas de las muchas preguntas que el Tribunal estudia cuando se presentan casos. Al principio, como no es algo que hacemos todos los días, el proceso puede parecer desalentador.  Puede parecer muy legalista y frío, especialmente en una era donde todo está basado en los sentimientos de las partes. Sin embargo, para determinar el estado de las personas a través del proceso bien establecido del Tribunal, se requiere una comprensión detallada y profunda de los hechos que pertenecen a una pareja en el momento en que se contrajo el matrimonio. Todo esto es comparado con la radiante enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio, lo que constituye un matrimonio y el noble propósito que sirve en la Iglesia y la sociedad. Todo esto significa que debemos tomar seriamente los hechos tal como se conocen. Los jueces en el Tribunal tienen la ardua tarea de tomar una determinación de estado cada vez que aplican la ley a los hechos y llegan a una certeza moral sobre su decisión.  Por lo tanto, el tribunal debe ejercer su prudencia y experiencia para determinar correctamente el estado de las personas. Similarmente, un individuo o una pareja, que haya solicitado que se estudie su caso debe cooperar con los requisitos y ser paciente a medida que el caso avanza a través del proceso del Tribunal. El proceso en sí ayuda a garantizar la objetividad de este, junto con el respeto de los derechos de las partes. En conjunto, el Tribunal busca llegar a la verdad de la situación.

¿Qué no hace el Tribunal? En los casos de matrimonios que se le presentan, el Tribunal no vindica los derechos de una de las partes sobre la otra. Es decir, no determina si una de las partes tiene la razón y la otra estaba equivocada o era culpable. Más bien, es un proceso sereno que busca descubrir la verdad de una situación cuando se contrajo el matrimonio. ¿Fueron presentados todos los factores que debían estar presentes o faltaban algunos factores críticos claves?

Al final, he oído decir a innumerables personas a través de los años que, aunque encontraron el proceso difícil, el resultado proporcionó un cierre que ayudó profundamente a la pareja con el proceso de curación. Además, aclara su estado dentro de la Iglesia y permite a los individuos empezar un nuevo capítulo para sí mismos. En definitiva, muchos encuentran una paz interior de conciencia mientras entran más profundamente a la vida de la Iglesia. Con la asistencia del Tribunal, pueden recibir los sacramentos con serenidad de corazón.

El objetivo final de cualquier atención pastoral ofrecida, incluso en el proceso judicial, es aquel que lucha por la “salvación de las almas”. Por esta razón, es necesario que el Tribunal sea sumamente cuidadoso en su trabajo mientras busca mantener la dignidad del sacramento del matrimonio, instituido por Dios, ayudando a los involucrados a comprender el propósito mayor de vivir la vida cristiana.

Finalmente, la actividad del Tribunal en la mayoría de los ámbitos trata con los aspectos espirituales del matrimonio y no las implicaciones civiles. El estado civil es determinado por las leyes de un estado determinado. Los alcances espirituales son de la jurisdicción del Tribunal Diocesano.

Estoy muy agradecido por la variedad de funcionarios judiciales que han acompañado a los individuos cuando se acercan al Tribunal para resolver sus preguntas. También agradecido por la experiencia del personal del Tribunal que toman cada caso con seriedad y cuidado. Finalmente, estoy agradecido por los individuos y parejas que han sido servidos por el Tribunal para poder vivir mejor la vida cristiana.