Queridos amigos
Queridos amigos,
El mes de noviembre y diciembre están llenos de eventos que nos ayudan a reflexionar sobre el misterio de Dios. Desde la fiesta de Todos los Santos y los difuntos, hasta Navidad, incluyendo el Día de Acción de Gracias, la Solemnidad de Cristo Rey y los tiempos litúrgicos de Adviento y Navidad, somos movidos a reflexionar sobre nuestra relación con Dios de diferentes maneras. A través de ellos, reconocemos el dedo de Dios pintando una obra maestra en nuestros corazones. Empezando con la santidad de los santos, estos dos meses nos despiertan a algo más. Las luces, las canciones navideñas y las exhibiciones artísticas del nacimiento del Señor en el establo de Belén despiertan nuestros sentidos para responder en una oración de gratitud, alegría y esperanza. Los aromas flotantes de las cenas del Día de Acción de Gracias y Navidad sugieren un anticipo del banquete celestial que nos espera. Tal vez es algo hermoso que toca nuestros sentidos y que nos dan un vistazo a “algo más” que lo que pueden ver nuestros ojos y pueden escuchar nuestros oídos. El poderoso evento de Navidad anuncia el Verbo hecho carne, Jesús mismo, nuestro Emmanuel, Dios con nosotros, un Salvador nacido para nosotros quien nos acompaña en el camino de nuestras vidas.
Queridos amigos,
El mes de noviembre y diciembre están llenos de eventos que nos ayudan a reflexionar sobre el misterio de Dios. Desde la fiesta de Todos los Santos y los difuntos, hasta Navidad, incluyendo el Día de Acción de Gracias, la Solemnidad de Cristo Rey y los tiempos litúrgicos de Adviento y Navidad, somos movidos a reflexionar sobre nuestra relación con Dios de diferentes maneras. A través de ellos, reconocemos el dedo de Dios pintando una obra maestra en nuestros corazones. Empezando con la santidad de los santos, estos dos meses nos despiertan a algo más. Las luces, las canciones navideñas y las exhibiciones artísticas del nacimiento del Señor en el establo de Belén despiertan nuestros sentidos para responder en una oración de gratitud, alegría y esperanza. Los aromas flotantes de las cenas del Día de Acción de Gracias y Navidad sugieren un anticipo del banquete celestial que nos espera. Tal vez es algo hermoso que toca nuestros sentidos y que nos dan un vistazo a “algo más” que lo que pueden ver nuestros ojos y pueden escuchar nuestros oídos. El poderoso evento de Navidad anuncia el Verbo hecho carne, Jesús mismo, nuestro Emmanuel, Dios con nosotros, un Salvador nacido para nosotros quien nos acompaña en el camino de nuestras vidas.
Una noche de invierno hace uno años, yo fui a un concierto en una bodega de vinos cerca de Traverse City, Michigan con unos 30 invitados. El pianista, también un compositor, acompañado por otros dos músicos del área, compartió algunas experiencias conmovedoras que me llamaron la atención. Mientras estaba en la ciudad, su pequeño grupo visitó un lugar local de ancianos para tocar para los residentes. Durante el evento, se enteraron de una mujer que estaba en cuidados de hospicio y no podía bajar al salón común. Ella había tocado el violonchelo años atrás. Así que ellos la visitaron en su cuarto para tocar para ella. El violonchelista tocó algunas canciones familiares en un instrumento que ella amaba. La belleza del momento no pudo contener la emoción que brotó de la mujer y el personal de enfermería. Fue un momento de belleza que nutrió el alma.
No pude evitar pensar como Dios nos muestra en una canción navideña en Navidad, las velas en una corana de Adviento, una tarjeta de navidad de un amigo o conocido, una representación artística del evento navideño y aún más en la Eucaristía en la Santa Misa. Es como una visita de alguien que mi corazón ha estado esperando. Cuánto más hermosa es la Eucaristía misma, viniendo a mí en mi más profunda necesidad.
San Agustín quedó impresionado por una belleza “siempre antigua, siempre nueva” que hizo que su corazón inquieto encontrara paz. Porque verdaderamente, al final del camino, tendremos verdadera paz, sabiendo que aquel al que buscamos nos ha encontrado y nos invita a vivir con El.
La gran fiesta de Navidad nos recuerda que Dios apareció para tocar algo para nosotros que resuena y vibra en nuestros corazones. De vez en cuando, El juega en la monotonía y aburrimiento de nuestras vidas para despertar en nosotros algo que puede ser el recordatorio de que El existe, que se preocupa por nosotros, que nos ama y que nos acompaña en el camino de nuestra vida.
El arte, música y arquitectura sagrada logran estos nobles objetivos complementando la Palabra de Dios escrita. Los talentos y logros humanos cooperan con Dios para encontrar la clave correcta para que nos impulse a algo nuevo, algo esperanzador y algo verdadero que lo que ven los ojos u oídos.
La belleza de una pintura, una sinfonía exuberante, una Catedral gótica altísima, todo juega un papel para despertar en nosotros algo para lo que están hechos nuestros corazones. Cuando nos hace falta algo tan esencial como comida o agua o aire; como resultado, mientras nuestros cuerpos pueden florecer, nuestras almas se mueren de hambre.
Por eso es qué la Iglesia es un patrón de las artes. Esta es otra manera de encontrarnos con Cristo en la maravilla de una experiencia que las palabras humanas no pueden capturar. Durante estos meses de noviembre y diciembre, a través de las muchas celebraciones de Todos los Santos y los difuntos, Acción de Gracias, Cristo Rey, Adviento y Navidad, que seamos atraídos a la adoración, oración y el asombro a lo que Dios ha hecho por nosotros mientras cantamos con gozo, “Venid, adorémosle — Cristo, el Señor.”