
‘¡Aquí estoy, Señor … envíame!’
Queridos hermanos y hermanas en Cristo, a menudo me preguntan: “¿Cuál es su historia vocacional?”. Es una pregunta que surge tanto de la curiosidad por comprender cómo obra Dios en la vida de una persona como del deseo de conocer el camino espiritual único que cada alma recorre. A medida que crecemos en la fe, nos damos cuenta de que algo divino se mueve en nuestro corazón y exige una respuesta generosa y sincera.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo, a menudo me preguntan: “¿Cuál es su historia vocacional?”. Es una pregunta que surge tanto de la curiosidad por comprender cómo obra Dios en la vida de una persona como del deseo de conocer el camino espiritual único que cada alma recorre. A medida que crecemos en la fe, nos damos cuenta de que algo divino se mueve en nuestro corazón y exige una respuesta generosa y sincera.
Mi propia vocación se remonta a mis años de escuela primaria en la década de 1960. Serví como monaguillo y más tarde como músico en mi parroquia. Desde entonces, fui animado a contemplar un llamado más grande al servicio del Señor. Sacerdotes y religiosos amigos me brindaron consejos y me alentaron a escuchar atentamente la voz de Dios y a responder con generosidad. Durante mis años de universidad, la llamada del Señor se hizo cada vez más clara y resonaba en lo más profundo de mi corazón. Finalmente, no pude resistirme más y di mi “Sí” definitivo al sacerdocio, siendo ordenado el 14 de octubre de 1978 en la Diócesis de Lansing. Parece que fue hace mucho tiempo, y al mismo tiempo, como si hubiera sido ayer. A lo largo de mi camino vocacional, muchas personas me han afirmado y apoyado, algo por lo que siempre estaré agradecido. En particular, mis padres fueron un gran respaldo en mi discernimiento.
Desde el día de mi ordenación, nunca he lamentado mi decisión. Más aún, el sacerdocio ha superado todas mis expectativas en cada aspecto de mi vida. Con los años, mi vocación ha sido confirmada y fortalecida una y otra vez. En 2020, el Papa Francisco me envió a Birmingham y, con fe y confianza, respondí: “¡Sí!” a su llamado. Hay algo liberador en dejarse guiar por la voluntad de Dios, yendo donde Él nos envía y sirviéndolo con todo nuestro ser.
Recuerdo un caso especial en la Diócesis de Gaylord: un hombre que descubrió su vocación al sacerdocio (vocación tardía) después de haber trabajado en mercadotecnia. Su mayor alegría era ser vendedor. Y así, cuando respondió al llamado de Dios, comprendió que ahora su misión era “vender” a Cristo, compartir Su amor y Su mensaje. Nunca había sido más feliz en su vida, porque el Evangelio es el mejor “producto” que alguien puede anunciar y compartir con el mundo.
Aquí en la Diócesis de Birmingham, este año seremos testigos de la ordenación de un nuevo sacerdote y varios diáconos. El próximo año, Dios mediante, más jóvenes serán ordenados. Me llena de profunda alegría ver cómo estos hombres responden con generosidad al llamado de Dios. Es la respuesta a nuestras fervientes oraciones. Gracias a su apoyo constante a la Campaña de Caridades Católicas y Comunidades, así como a la colecta especial de San Juan María Vianney en agosto para el Fondo de Educación de Seminaristas, podemos cubrir los costos de formación de nuestros futuros sacerdotes. Agradezco de todo corazón a nuestros benefactores, cuya generosidad nos permite alcanzar metas más altas cada año. Actualmente, contamos con unos 20 seminaristas en formación, pero sueño con llegar a 25 y, eventualmente, a 30. ¡El Señor sigue llamando y debemos estar atentos para escuchar Su voz!
En la Iglesia hay diversas vocaciones: el matrimonio, la vida religiosa en comunidad o la virginidad consagrada, ser una hermana o hermano religioso con un carisma comunitario en particular, ser diácono, sacerdote, u obispo. Cada una de estas vocaciones es un camino que llena el alma de paz y alegría. Quizás no seamos ricos ni exitosos según los criterios del mundo, pero en el Señor encontramos una riqueza y un gozo inigualables. No podría estar más feliz ni más agradecido por la misión que Dios me ha confiado. "¡Aquí estoy, Señor, … envíame!"
Por el Reverendísimo Steven J. Raica es el Quinto Obispo de la Diócesis de Birmingham en Alabama.