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 | Por Mary D. Dillard

La Eucaristía Me Robó El Corazón

Una Vez Un Bautista Del Sur, Ahora Un Hombre Católico Deseoso Por La Eucaristía

“Se sintió como en la mañana de Navidad. Cuando te despiertas, sabes que Santa ha estado allí y los juguetes están debajo del árbol. Me sentí como haber recibido el regalo perfecto,” exclama Brent Patterson, de 43 años, al explicar cómo se sintió la primera vez que recibió la Eucaristía.

Patterson, un feligrés de la Iglesia Nuestra Señora de Fátima en Birmingham, transpira un entusiasmo infantil cada vez que habla de la Eucaristía. “Es acerca de la Eucaristía. Es acerca del amor y el sacrificio. Antes de convertirme en católico, no creo que realmente entendiera el amor, de cómo amar y ser amado.”

Al crecer en una casa bautista sureña, su bisabuela, abuela, madre y tías abuelas siempre estaban presentes en su infancia, inculcándole la importancia de una relación con el Señor. Esa relación con el Señor se profundizó cuando experimentó el servicio de comunión de su iglesia. “De niño y de joven, siempre me encantó ir a la iglesia…. Sabía que iba a estar allí por tres horas, pero aún quería ir.

A medida que crecía, Patterson, como muchos adultos jóvenes lentamente se alejó de la iglesia. Afortunadamente, las semillas de la fe sembradas en su juventud no fueron sembradas en tierra estéril. “Me di cuenta que a medida que me iba alejando de la iglesia y aparentemente por completo del cristianismo, realicé que no estaba disfrutando del mundo como lo estaban disfrutando mis amigos y mi familia. Iba a ciertos lugares como los clubes y solo quería irme.”

Patterson se dedicó a rezar y a pedirle dirección a Dios. El rezaba, “Envíame a donde quieras que vaya, pero también a donde pueda aprender Tu verdadera Palabra y la verdad acerca de Ti.” Fue durante ese tiempo de su vida que conoció y se casó con su esposa, Dawn, una católica de cuna.

Con el tiempo, Patterson desarrolló una intensa curiosidad para aprender acerca de la fe de su esposa. Lo que le enseñaron acerca del catolicismo en su juventud no parecía ser verdad: los católicos no parecían ser adoradores de María, miembros de una secta o lavadores de cerebros.

Dawn nunca presionó a su esposo para que asistiera a misa, pero un sábado por la noche después de cinco años de no asistir a ninguna iglesia, fue a misa con el entendimiento de que se sentarían en las bancas de atrás. Si empezaba a suceder cualquier “asunto divertido”, él se “marcharía.”

En la misa, Patterson fue atrapado por la Liturgia de la Eucaristía. El recuerda que le encantó “ver al sacerdote recitar las oraciones y elevar el Cuerpo y la Sangre de Cristo hacia el cielo.” 

Aunque fue conmovido por la Eucaristía, rehusaba el considerar convertirse por temor a su familia. El explica que “si abandonaba su iglesia, podría ser visto como un extraño.” Pensar en el que podría ser expulsado de su familia lo mantuvo alejado de la idea de convertirse, pero no por mucho tiempo.

Una mañana alrededor de las 3 a.m., Patterson fue despertado por las palabras: “no puedes estar en el área gris. Tienes que elegir un lado. Estás en los dos lados de la cerca.” Dice que “Cristo le estaba diciendo que tenía que escoger: El o el mundo.” Patterson superó su miedo y le dijo al Señor, “¡Te escojo a Tí!”

Fue en ese momento que Patterson decidió seguir asistiendo a misa con su esposa. El recuerda con cariño: “La Eucaristía me robó el corazón, quería esa cercanía a mi Padre.” Empezó a investigar lo que más pudo. El padre Paul Oberg, sacerdote de Nuestra Señora de Fátima, en ese momento, lo invitó sigilosamente a clases, que después supo que eran las clases de R.C.I.A. Cristo en la Eucaristía siguió llamando a Patterson y el 23 de abril de 2011, fue confirmado y recibió su Primera Comunión. Recordando ese día, el dice, “que fue el día más feliz y orgulloso de su vida”. 

A lo largo de los 10 años de Patterson ser católico, él nunca ha perdido el hambre y “ardor” por la Eucaristía. Desafortunadamente, ese fuerte deseo arraigado en la creencia de la presencia real de Cristo en la Eucaristía no es compartida con Patterson por casi 70% de los católicos en los Estados Unidos.

“Debe haber más énfasis en la Eucaristía”, dice Patterson. Al igual que su relación con Cristo en su infancia, él piensa que compartir el significado de la Eucaristía con los jóvenes haría una gran diferencia. “Creo que si nuestros jóvenes entendieran, entonces se quedarían en la iglesia.” También enfatiza la importancia de establecer confianza y la necesidad de que los jóvenes se sientan como parte de su comunidad parroquial. Ellos necesitan “sentirse que están haciendo algo por servir a Cristo… de cierta manera”. “Muchos de los jóvenes de hoy buscan servir”. 

La opinión de Patterson viene de su propia experiencia. Como líder del equipo del departamento del hospital local de rehabilitación y asistente de fisioterapeuta, el vive una vida de servicio. En segundo lugar después de Cristo en la Eucaristía, Patterson siente más la presencia de Cristo cuando está trabajando con pacientes.

“Miras a alguien acostado en una cama, están débiles, están sufriendo, están perdidos, están ansiosos, están asustados y entonces tu puedes entrar en su habitación y convertirte en una luz en la oscuridad. Es una oportunidad para servirles, leerles la Palabra, darles confianza a través de la Palabra y también de llevar a mucha gente a Cristo.”

Cuando golpeó la pandemia, aquellos en el campo de la medicina sufrieron la peor parte de la ira del Covi19. “Fue terrible” dice el, “en este campo se supone que debo servir y no voy a huir de una batalla. No voy a abandonar a mis pacientes… Ellos necesitan que alguien entre allí, rece con ellos y les de valor. A veces me sentaba en la habitación de los pacientes solo porque ellos no querían estar solos. La familia no podía visitar. Yo me sentaba allí con ellos, tomaba mis notas, hacía bromas, traía películas y hacía todo los posible por levantarles el ánimo.” 

Recordando el tiempo de la pandemia, Patterson observa como la adversidad une a las personas y muchas veces las acerca a Dios. “Ese es el momento en que nos arrodillamos.” Debemos aprovechar esta oportunidad para aprender acerca de nuestras experiencias pandémicas personales y presionar “el botón de reinicio” espiritual.

“Nos hemos convertido en muy inteligentes, educados, centrados en sí mismos,” dice Patterson, “que hemos perdido nuestra fe infantil.” En la sociedad de hoy, no es “la moda” rezar o inclusive hablar de Cristo. “Eres desterrado”.

Así que ¿cuál es la respuesta? Patterson cree que “tenemos que hacer que Cristo esté de moda otra vez.” En otras palabras, debemos superar nuestros miedos mundanos y no tener miedo de creer que “la verdadera felicidad está con El.”