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 | Por El Reverendícimo Steven J. Raica

El consuelo de la iglesia hecho realidad

Queridos hermanos y hermanas, en los últimos meses tuve la bendición de reunirme con los líderes y el personal de Ascension St. Vincent’s Birmingham y de visitar Ascension St. Vincent’s Blount en Oneonta. En realidad que ambas fueron experiencias conmovedoras para mí, ya que fui testigo de su entusiasta dedicación y compromiso para cuidar a los enfermos entre nosotros.  Es edificante saber que muchos sacerdotes, diáconos, religiosas y ministros laicos que visitan nuestros hospitales, centro de atención y los confinados en sus casas en toda nuestra diócesis, ofreciendo consuelo de la iglesia en el momento de necesidad. Como comunidad de fe, también tenemos la oportunidad de rodearlos con nuestra oración como lo hacemos cada vez que nos reunimos para la Misa. Muchas parroquias rezan por los enfermos de diversas maneras.

Para recibir los sacramentos, para escuchar las cargas y contratiempos o los éxitos, rezar por el toque sanador de Cristo, es en sí mismo un momento de consuelo. También rezamos por aquellos en la profesión del cuidado de la salud para que usen las habilidades y talentos que Dios les dio para ofrecer el mejor cuidado. Honestamente, para muchos, es una señal de esperanza y consuelo.

Tengo que agradecer a nuestros sacerdotes quienes responden las llamadas, muchas veces en momentos inoportunos, para ir al hospital a ungir a un paciente crítico o moribundo con el sacramento de la unción de los enfermos. Le doy las gracias a aquellos que están generosamente presente en momentos críticos para los demás. Es un consuelo saber que estamos conectados con la amplia comunidad de fe.

Nuestras enfermedades están ligadas a la curación de Jesús. Nuestros sufrimientos están fácilmente conectados con la resurrección de Jesús que finalmente derrotó toda enfermedad y muerte.

Del evocador relato del Evangelio de la resurrección de la hija de Jairo (cf., Mk 5:21-43; Mt 9:18-26; Lk 8:40-56), o la curación de la mujer con hemorragias (cf., Lk 8:43-48), o la curación del ciego (cf., Mk 8:22-26; Mk 10:46-52; Lk 18:35-43; Jn 9:1-12) del sordo (Mk 7:31-37), y la curación de la suegra de Pedro (cf., Mk 9:29-31; Mt 8:14-15), o la resurrección de Lázaro (cf., Jn 11:38-44), y muchos otros instantes esparcidos a lo largo del Evangelio, tenemos un Señor que se preocupa personalmente por nosotros.

A través de sus llagas, El camina con nuestros quebrantamientos, ya sea físicamente a través de un ministerio especializado de profesionales de salud o espiritualmente a través de las intervenciones del sacerdote en los sacramentos de reconciliación y unción de los enfermos.

El cuidado de los enfermos medicamente y espiritualmente, ha sido parte de nuestra tradición desde los primeros tiempos. “Si alguno está enfermo, que llame a los ancianos (sacerdotes) de la iglesia”, advierte Santiago. (cf. Santiago 5:14) Entonces, los sacramentos de la unción de los enfermos y reconciliación van al mismo tiempo para ayudar al proceso de sanación.

Habiendo sido beneficiada por el cuidado hospitalario cada vez que lo necesité, sé lo importante que es que nuestro Señor está cerca en el momento dado. La dignidad de la persona humana irradia ver el don de Dios entre nosotros, incluso en sus debilidades y formas más vulnerables.

Que no solo saludemos a los que están en la profesión del cuidado de la salud y aquellos que están en el departamento de nuestro cuidado espiritual, sino que también recemos por aquellos que generosamente se han dedicado al cuidado de otros en las capacidades ministeriales y personales. ¡Que Dios bendiga a todos!

The Consolation of the Church Made Manifest