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 | Por Mary D. Dillard

Una peregrinación de confianza

Cómo una mujer cambió sus planes por los de Dios

“Es difícil poner en palabras el llamado,” revela la Hermana Rose Marie Gauthier, S.s.E.W. “pero sabía que mi vida estaría incompleta si no tuviera a Dios en primer lugar”. La realización de que Dios debería estar por encima de todo en su vida no surgió de la nada, porque un elemento muy importante para ella fue su familia, ya que esta desempeñó un papel significativo en su realización.

La madre y el padre de la Hermana Rose Marie criaron a su familia como devotos católicos practicantes, rezando el Rosario, asistiendo a misa y adoración; todos juntos como familia. “Creo que todo esto fomentó mi vocación al introducirme al amor de Dios,” dice ella. La familia Gauthier pusieron la fe como prioridad no solo en sus propias vidas sino también en la de sus hijos, y esos esfuerzos acercaron a la familia a Dios y más unidos entre sí.

Alrededor de los 10 años, la Hermana Rose Marie empezó a construir sobre los cimientos que habían sentado sus padres. Empezó realmente a encontrar verdaderamente al Señor en los sacramentos y sintió este anhelo por una relación personal con Dios. También fue durante este tiempo que conoció a las hermanas religiosas consagradas. “Sus vidas,” recuerda, “me impresionaron de una manera profunda. Vi que su alegría provenía de la consagración, de la entrega total de sí mismas a Dios.”

En el transcurso de los primeros años de la adolescencia de la Hermana Rose Marie, el deseo en su corazón de “pertenecerle” no disminuyó, pero fue algo “sutil.” Como un niña, “pertenecer a Dios” significaba el deseo de practicar las virtudes, vivir “para el bien, la verdad y el amor” como una manera de agradar a Dios como nuestro Padre.

Mientras estaba estudiando en la universidad, las puertas parecían abrirse, dándole sentido a la vida y proporcionando un esbozo de su futuro. Sin embargo, justo cuando creía saber cuáles iban a ser sus siguientes pasos, el Señor intervino y le dio una sacudida. “Estaba muy confundida cuando empecé a sentir que Dios me estaba pidiendo que dejara todo a un lado,” explica la Hermana Rose Marie.

La confusión, sin embargo, no solo era la única emoción que experimentó. “Estaba dividida, sabiendo que aquello era hermoso, pero también sintiendo enojo a la idea de tener que renunciar a mis planes,” confiesa. El miedo también fue una tentación. “¿Y si esto no funciona o si no soy feliz? pensaba ella. Los planes de Dios le parecían un riesgo: un riesgo que todavía no estaba dispuesta a correr. Sin darse cuenta, una parte de ella quería ver el plan de Dios expuesto delante de ella, para ella poder juzgar si era “bueno o no”.

En medio de su lucha, la Hermana Rose Marie se encontró asistiendo a un retiro en Nashville con las Hermanas Dominicanas de Santa Cecilia. “Me sacudió,” dice ella con una sonrisa, recordando el retiro, el cual la obligó a enfrentarse a la realidad que antes de poder confiarle su vida a Dios, necesitaba verdaderamente creer que Él es todo bueno, todopoderoso, omnisciente y todo amor. “Me mostró que necesitaba aceptar Su plan antes de que viera todos los detalles,” dice ella. “Necesitaba decir, ‘Sí, confío en Ti,’ y seguir mientras Él lo revelaba todo, y así lo hizo.” Envuelta en Su amor, paciencia y generosidad ella empezó a ver que Su plan seguramente era el mejor. “Me animó, recordándome que, puesto que Él me había creado, sabía para que estaba creada y como llenar todo lo que necesitaba.

Con un corazón dispuesto, la Hermana Rose Marie revisó todas las listas de hermanas religiosas que pudo encontrar, estando interesada especialmente en comunidades de clausura. Al mismo tiempo, sin embargo, una comunidad seguía apareciendo en primer plano. “A Dios le gusta trabajar a través de las personas en nuestras vidas,” observa. Esos supuestos “instrumentos” estaban apuntando hacia las Hermanas Siervas del Verbo Eterno en Alabama. Criada en Michigan y haber vivido en Texas, el convento y la casa de retiro de Irondale nunca le habían llamado la atención, pero algunos amigos e incluso su párroco mencionaron la comunidad. Sin embargo, no se apresuró a visitar a las Hermanas Siervas, sino que prefirió visitar a otras comunidades. Su búsqueda la llevo a lo que ella pensaba era el claustro dominicano más cercano a su casa, el monasterio de San Judas, localizado en la Arquidiócesis de Mobile. Sin embargo, para llegar allí tenía primero que llegar al aeropuerto de Birmingham. En un esfuerzo por finalmente apaciguar a sus amigos y párroco, decidió aprovechar su viaje y visitar el Convento y Casa de Retiro Casa Maria, hogar de las Hermanas Siervas. “Todo fue providencial,” comenta, “y también gracioso”, ya que no fue hasta su regreso a casa que descubrió que Texas era, de hecho, el hogar de un claustro dominicano.

Al final de su tercer día de retiro en Casa Maria, la Hermana Rose Marie estaba profundamente conmovida por un sentimiento de pertenencia: se sentía como en casa. “Realicé que, sin tener una idea clara de mi vocación, he estado viviendo como si fuera sola la mitad de mí, como una sombra,” señala. “Cuando Dios me puso en contacto con las hermanas y su carisma, me mostró por primera vez la señal de para que servía realmente mi vida”.

Después de tres meses, la Hermana Rose Marie hizo otra visita a Irondale, profundizando más en su discernimiento. Todo parecía “hacer clic” en su mente, desde la misión de catequesis de las Hermanas Siervas hasta su casa de retiros. Un año después de su primer retiro en Casa Maria, la Hermana Rose Marie entró a la comunidad como postulante, discerniendo, viviendo con las hermanas y profundizando su vida espiritual. Ella continuó con el noviciado y después de dos años hizo su primera profesión de votos. En agosto del año pasado, en la fiesta del Reinado de Maria, la Hermana Rose Marie hizo su profesión perpetua.

Al recordar el año pasado, señala: “Más que nada, siento gratitud por los dones que Dios me ha dado con este llamado … simplemente por pertenecerle, por ser la esposa de Cristo, por la providencia de estar en esta comunidad, por todo el trabajo en el que he estado involucrada, por las personas con quienes me he relacionado apostólicamente que han sido un regalo para mí al moldear quien soy y mostrarme la belleza de la obra de Dios y lo que está haciendo en la iglesia y en el mundo, y por la alegría y entusiasmo de las personas al recibirle.”

La vida de la Hermana Rose Marie como Hermana Sierva ha sido y continúa siendo, “una posición privilegiada: una posición sagrada.” Con tantas personas hambrientas de Dios, ella y sus compañeras hermanas llevan a Dios a sus vidas. “Es un regalo increíble,” exclama, “estar en la posición donde somos facilitadoras en esa relación entre Dios y las almas”

 Aunque el trabajo que la Hermana Rose Marie realiza con la Hermanas Siervas da como resultado muchas bendiciones, no solamente para ella sino para quienes la rodean, ella siempre regresa a su relación con Dios. Explica que ella no estaría satisfecha con nada menos que entregarse toda a Dios. Poner al Señor primero le ha permitido a la Hermana Rose Marie vivir el plan que Él tenía para ella: su vocación. Su sonrisa siempre presente es prueba de la alegría ilimitada que proviene de vivir Su plan, con celo y autenticidad. En resumen, todos debemos buscar Su plan, y al hacerlo encontramos paz y una felicidad indescriptible. “Es como la llave que entra en el ojo de la cerradura,” señala la Hermana Rose Marie, “nos vamos a sentir frustrados a menos que sigamos aquello para lo que fuimos creados”.