‘Tenemos que seguir rezando’
La historia de esperanza de un diácono
La historia de esperanza de un diácono
El diácono Rufus Biggs, sirve junto al Padre Richard Donohoe en las iglesias de Nuestra Señora Reina del Universo y Sagrado Corazón en Birmingham. Al conocerlo, es fácil observar que es un caballero reservado, casi estoico. De hecho, es lógico asumir que su comportamiento se debe a los 40 años vistiendo un uniforme militar, con 20 años se servicio en las Fuerzas Aéreas y otros 20 años enseñando ROTC a los de secundaria y universidad. Para aquellos que lo conocen, sin embargo, detrás de esa calma exterior hay una historia de dolor y sufrimiento superados por la fe y la esperanza.
El diácono Rufus Biggs, sirve junto al Padre Richard Donohoe en las iglesias de Nuestra Señora Reina del Universo y Sagrado Corazón en Birmingham. Al conocerlo, es fácil observar que es un caballero reservado, casi estoico. De hecho, es lógico asumir que su comportamiento se debe a los 40 años vistiendo un uniforme militar, con 20 años se servicio en las Fuerzas Aéreas y otros 20 años enseñando ROTC a los de secundaria y universidad. Para aquellos que lo conocen, sin embargo, detrás de esa calma exterior hay una historia de dolor y sufrimiento superados por la fe y la esperanza.
Al terminar sus estudios en la Universidad Estatal de Alabama, Biggs se alistó, se casó con su novia de la universidad y completó el entrenamiento para convertirse en oficial de misiles, y posesión de las llaves de las armas nucleares. Su servicio lo llevó a lugares como Dakota del Norte, Alaska, California y Colorado. Mientras la joven pareja se ajustaba a la vida militar, Biggs y su esposa Jasmine, hicieron crecer su familia. Rufus Jr. fue el primero que nació, seguido por gemelos, Courtney y Christopher. Los Bigges completaron su familia con su hija Nakeshia.
En 1995, Biggs se retiró del servicio activo y regresó a Birmingham. El y su esposa fueron criados como bautistas, pero la tensión de la vida militar impidió que el diácono tuviera como prioridad la vida en la iglesia. Con un nuevo sentido de claridad, el militar recién retirado anhelaba bautizar a sus hijos. Se puso a buscar y acudir a diferentes iglesias hasta que un hombre con el nombre de Thomas Foster, compañero de la Legión Americana, lo invito a misa en Nuestra Señora Reina del Universo.
El hecho de que nunca había pisado una iglesia católica no parecía intimidarlo. Por el contrario, de algún modo Biggs, casi instintivamente, fue capaz de seguir el ritmo de los otros feligreses. “Me quedé embobado” recuerda. Al poco tiempo, Biggs y sus hijos empezaron a asistir a las clases de R.I.C.A.
El Sábado Santo de 1996, cinco miembros de la familia Biggs fueron recibidos en plena comunión con la iglesia católica. Por aquel entonces, el padre Vernon Huguley era el párroco y tenía la costumbre de preguntarle a los recién confirmados si tenían alguna idea de cómo podrían servir a la parroquia. De la nada, Biggs habló con entusiasmo y dijo: “¡Quiero ser diácono!”
“Vaya” replicó el párroco. “Aprecio su entusiasmo, pero eres un novato.” Así, que frenó la idea, pero no perdió el deseo de servir la iglesia. Cuando la diócesis abrió una nueva fase de solicitud para el programa de diaconado en 2008, le llevó la idea a su esposa. Todavía siendo una bautista practicante, no podía comprometerse a apoyar plenamente a su esposo en el ministerio, lo cual es un requisito que se exige a todos los solicitantes casados, así que, una vez más el entusiasmado Biggs tuvo que frenar.
La vida, sin embargo, siguió avanzando hasta que un día Biggs recibió una llamada que pareció que el mundo entero se detuviera. Su hija lo llamó frenéticamente diciendo que podía despertar a su madre. Después de haber sido trasladada al hospital y ser sometida en vano a un coma inducido médicamente sin resultado, hubo que tomar una decisión difícil. “Tuve que reunir a mis hijos y tomar la decisión de desconectarla del soporte vital,” recuerda el patriarca de los Biggs. “Eso fue duro en sí mismo porque me culpé a mí mismo.” Después de estar casado por 37 años, Jasmine Biggs falleció en 2012.
Con cuatro hijos adultos y un nieto tambaleándose por la desesperación de haber perdido a su madre y abuela, Biggs personificó la fortaleza y mantuvo su posición como roca de su familia. “Aquello fue muy difícil para mí,” admite, “pero siempre tuve la esperanza y creí que Dios cuida de nosotros inclusive en los momentos difíciles.”
El viudo se sumergió en la enseñanza, inclusive aceptando un trabajo en Aberdeen, Mississippi, mientras seguía teniendo una casa en Birmingham. Permaneciendo cerca a su familia parroquial permitió abrir de par en par una puerta que antes estaba cerrada. Cuando la diócesis anunció la apertura de otra fase de solicitud para el programa de diaconado, Biggs pudo finalmente levantar el pie del pedal del freno y avanzar en la fe, solicitando y finalmente siendo aceptado en el programa.
El primero de diciembre de 2018, el Diácono Giggs y otros 23 hombres fueron ordenados como diáconos permanentes por el Obispo Robert J. Baker en la Catedral de San Pablo en Birmingham. “Mi hija me colocó la dalmática,” recuerda con una sonrisa. “Incluso cuando mis hijos me decían que debería estar sentado, relajado y disfrutando de la vida, yo quería que ellos entendieran que la fe te puede impulsar todos los días para levantarte y asumir una tremenda responsabilidad, incluso cuando crees que no puedes.”
La vida del diácono vuelve a paralizarse el 27 de julio de 2021. Estaba pasando un rato con el hijo de su hija, Cameron, cuando llamó el padrastro del niño. “Acabo de dispararle a Keshia,” dijo despreocupadamente el hombre al otro lado de la línea. El diácono y su nieto corrieron hacia el carro y se dirigieron a la casa que su hija compartía con su nuevo esposo y su hija de seis meses. Cuando llegaron, la cinta de la policía ya bloqueaba la puerta principal. Le dijeron lo que en su corazón ya sabía: su hija de 41 años había muerto en el lugar de los hechos de un disparo en la cabeza.
Hasta el día de hoy, el asesino está libre caminar por las calles mientras espera su día en la corte, pero sorprendentemente, Diácono Biggs se apresura a decir, “lo perdoné.”
Su sensación de paz no fue inmediata, pero como padre, sabía que tenía que ser “la persona más grande” por sus hijos. “Si profeso decir que soy diácono y voy por ahí pregonando, “ama a tu prójimo como a ti mismo” y no lo demuestro, entonces ¿para que sirvo?” se pregunta.
Para muchos, el pensamiento de venganza sería irrefrenable. El diácono Biggs escucha muchas veces “quisiera matarlo”, pero él contrarresta esos sentimientos con la sabiduría obtenida a través de su relación con el Señor. Los resentimientos hacia otro “te pueden comer vivo”. “Se lo he entregado al Señor”, explica, “porque si se lo quito a Él, voy y le hago daño a esta persona, entonces me estoy hiriendo a mi mismo.” Este daño sería consecuencia directa de la falta de fe y esperanza. “Si te dejas llevar por la desesperación,” explica el diácono Biggs, “pondrás un abismo entre tú y Dios”.
En resumen, sufrimientos, decepciones y los sinsabores van a “llamar a nuestra puerta” y en nuestros momentos más vulnerables, pero como afirmó el Papa Francisco en su anuncio del Jubileo 2025, “la esperanza cristiana no engaña o decepciona porque se fundamenta en la certeza de que nada ni nadie puede separarnos del amor de Dios.”
En el funeral de su hija, el diácono Biggs fue invitado a predicar la homilía. Para quienes estaban en los bancos, se destacaron un conjunto de instrucciones. “Tenemos que permanecer en oración,” insistió el afligido padre, “porque si lo estas, entonces eres capaz de soportar los golpes de la vida.” Por supuesto, habrá dolor y heridas, y a veces, parece como si el Señor no está escuchando. Después de todo, nuestro tiempo no es Su tiempo, pero como señala el buen diácono, “No tienes porque no pide s… Ten toda la armadura de Dios sobre ti cuando te vengan problemas. Si, van a llegar. Habrá personas que tú quieres que te van a dejar. Hay cosas que no puedes prever, pero si ya estás en oración, no hace falta mucho para que Dios pase la página de tu vida y diga, “Bien hecho, mi buen y fiel siervo.”