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 | Por El Reverendísimo Steven J. Raica

Amor, sacrificio y didgnidad humana

La base de la limosna

Mis hermanas y hermanos, al empezar nuestro tiempo de Cuaresma, se nos recuerda anualmente el sencillo y directo programa de reforma que se nos ofrece en las lecturas del Miércoles de Ceniza: oración, ayuno y limosna.

Este año permítanme detenerme en los aspectos de la limosna que conocemos como parte de nuestras obras de caridad. Todas nuestras parroquias e instituciones han participado en alguna forma caritativa. Hemos compartido nuestros recursos con nuestros Centros de Ayuda, nuestros grupos de St. Vincent de Paul que sirven a los pobres en nuestras parroquias, nuestros bancos locales de alimentos, nuestro árbol de donación en Navidad y una amplia gama de otras campañas caritativas que ayudan a apoyar a aquellos que están tratando de superar momentos difíciles en sus vidas. Lo hacemos porque esto es lo que somos, bendecidos por Dios, compartiendo nuestros recursos para asegurarnos que nadie se pierda en el camino. En parte, es porque reconocemos que juntos somos parte de una familia humana – todos hermanos y hermanas.

Sin duda, la limosna, una base de las prácticas de la Cuaresma, ocupa un lugar en la tradición cristiana. Como creyentes nos embarcamos en un camino de renovación personal durante la Cuaresma, el acto de dar limosna ocupa un lugar central. En este artículo, exploraremos tres aspectos distintos y únicos de la limosna, extrayendo ideas de las enseñanzas del Papa Francisco, Papa Benedicto y Madre Teresa.

La limosna como un gesto de amor y solidaridad

El Papa Francisco, conocido por su énfasis en la compasión y la ayuda a los marginados, resume maravillosamente la esencia de la limosna como una expresión de amor y solidaridad. En su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, afirma: “Amar a Dios y al prójimo no es algo abstracto, sino profundamente concreto: significa ver en cada persona el rostro del Señor para ser servido, para servirle concretamente”.

La limosna, en este contexto, trasciende la verdadera caridad: se convierte en una manifestación tangible de amor al prójimo. La Cuaresma se convierte en un período de transformación donde los cristianos se involucran activamente con el sufrimiento de los demás, reconociendo la presencia divina en aquellos a quienes ayudan. Como dice Papa Francisco, la limosna no es solo dar recursos materiales; es un acto profundo de reconocer y servir a Cristo en los necesitados.

La transformación interior a través de la limosna

El papa Benedicto XVI, en su encíclica Caritas in Veritate, profundiza dentro de la idea de la limosna como medio de transformación interior. El enfatiza que la verdadera limosna implica sacrificio y entrega. El escribe: “Love — caritas — es una fuerza extraordinaria que lleva a la persona por optar por un compromiso valiente y generoso en el campo de justicia y paz”.

Durante la Cuaresma, los cristianos son llamados no solamente a dar de lo que les sobra, pero de hacer sacrificios auténticos por el bienestar de los demás. Esta dimensión de sacrificio de la limosna se extiende más allá de las contribuciones financieras, nuestro tesoro, abarcado generosamente el compartir tiempo, talento y atención. Estamos invitados a reflexionar seriamente sobre nuestro apego a las posesiones materiales y la voluntad de desprendernos de ellas por el bien común.

La limosna como respuesta a la dignidad humana

Santa Teresa de Calcuta, modelo de servicio desinteresado nos ofrece una visión de la limosna como una respuesta a la dignidad inherente de cada ser humano. Ella dedicó su vida al servicio a los más pobres entre los pobres, encarnando el llamado cristiano para reconocer el rostro de Cristo en cada persona. Según sus palabras, “No todos nosotros podemos hacer grandes cosas, pero podemos hacer cosas pequeñas con mucho amor”.

Madre Teresa creía que la limosna no depende de la magnitud del gesto, pero en la sinceridad y amor con el cual es ofrecida. Es reconocer la dignidad del que la recibe y responder con compasión. La Cuaresma, como temporada de reflexión y renovación, ofrece un momento oportuno para nosotros los cristianos de revaluar nuestras perspectivas de nuestros vecinos necesitados y de compartir nuestros recursos. La limosna, en este sentido, es una afirmación práctica de la creencia que cada persona es creada a imagen de Dios y nos revela una chispa de lo divino en este gesto noble.

En conclusión, la limosna durante la Cuaresma es una práctica polifacética que embarca amor, sacrificio y un profundo reconocimiento de la dignidad humana. Papa Francisco, Papa Benedicto y Santa Teresa de Calcuta, cada uno a su manera, aportan ideas valiosas para enriquecer nuestra comprensión de este acto transformador. Cuando los cristianos nos comprometemos a dar limosna, participamos en un camino de renovación personal que se extiende más allá de la temporada de Cuaresma, fomentando un compromiso de por vida de amor, sacrificio y servicio digno para aquellos que lo necesitan. ¡Feliz Cuaresma para todos!


El Reverendísimo Steven J. Raica es el Quinto Obispo de Birmingham en Alabama

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