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 | Por Doug Culp

Una lección de Navidad

Los caminos inesperados de Dios

Las Sagradas Escrituras nos enseñan mucho sobre la forma en que Dios opera en el mundo. La principal parece ser la sorpresa. Las Escrituras nos enseñan a esperar lo inesperado, cuando se trata de experimentar a Dios. Las normas y previsibilidad simplemente no son aplicables, ya que Dios rompe repetidamente los límites de las estrechas expectativas de la humanidad.

La encarnación de Jesucristo en Navidad proporciona un ejemplo particularmente espectacular. No puede haber mayor ilustración de los caminos sorprendentes e inesperados de Dios que el hecho de que la Segunda Persona de la Trinidad se hizo hombre y entró en nuestra humanidad. Nuevamente, los caminos de Dios no son los nuestros. La historia de la Natividad de nuestro Señor nos presenta una valiosa lección sobre la respuesta más apropiada a tan asombrosas intervenciones de Dios.

Zacarías y los Magos

La educación en su máxima expresión nos abre nuevos mundos. Si se nutre adecuadamente, el aprendizaje puede convertirse en una forma de vida, ya que cada nuevo conocimiento nos demuestra cuánto más queda por dominar. Por supuesto, también hay un lado oscuro. Como nos recuerda San Pablo, el conocimiento puede ser "llena de orgullo". (1 Cor 8: 1) Siempre que empezamos a pensar que lo sabemos todo, el aprendizaje obviamente se detiene y comenzamos el proceso inverso de encerrarnos en nosotros mismos. Este es el caso, especialmente, cuando se trata de los caminos de Dios. Él trasciende tan completamente nuestra capacidad de entender que pensar que conocemos a Dios es el mayor de los autoengaños. Tal y como un profesor de seminario dijo una vez: “Si crees que lo tienes, déjalo, porque no es Dios”.

Considere a Zacarías, un sacerdote de Israel. El ángel Gabriel se le apareció en el santuario del Señor para anunciarle la buena noticia de que su esposa, Isabel, concebiría y daría a luz un hijo, el cual, por supuesto, estaba destinado a convertirse en Juan el Bautista. La primera reacción de Zacarías fue cuestionar la veracidad del mensaje, ya que tanto él como Isabel eran viejos y ella era estéril. Simplemente no se atrevía a creerle a Gabriel, porque su mensaje parecía contradecir lo que sabía que eran los hechos sobre la realidad.

Quizás, debido a que era sacerdote, su incredulidad y falta de confianza en la veracidad de Dios fue aún más preocupante para Gabriel, quien prontamente anunció que le quitarían la voz a Zacarías hasta que el plan de Dios se hiciera realidad. El simbolismo de este “castigo” es bastante poético. Si el sacerdote no podía creer en Dios haciendo lo imposible, no se le permitiría hablar de Él a otros.

Compare esta reacción con la de esos otros sabios, los Magos. Ellos eran de una casta sacerdotal en Persia reconocida por la astrología. Observaron y estudiaron atentamente el firmamento celestial. Usaron su conocimiento para interpretar el significado de la ahora famosa estrella de Belén y luego lo usaron para buscar al Rey recién nacido que dormía debajo de ella. Imagínese su sorpresa cuando los llevaron a una cueva para contemplar a un niño rodeado de pastores y animales. En lugar de darse la vuelta y volver a comprobar sus coordenadas, inmediatamente rindieron homenaje y presentaron obsequios a este pequeño rey, en el lugar menos probable para una realeza. En otras palabras, no permitieron que su aprendizaje los prive de la maravilla y misterio de Dios.

Herodes y los pastores

Cuando el rey Herodes se enteró del próximo nacimiento del Rey de los judíos, inmediatamente percibió una amenaza a su propia posición. Estaba tan preocupado por sí mismo que no había lugar en su corazón para la irrupción de la Luz Divina. Su reacción no fue una cuestión de fe. Al contrario, fue precisamente porque creyó que respondió violentamente a la noticia. En lugar de abrazar lo que este evento podría significar para el pueblo de Israel, buscó limitar la difusión de la noticia y destruir al niño, incluso cuando significó ordenar la masacre de todos los niños menores de dos años en Belén y sus alrededores.

Mientras tanto, los pastores en el campo respondieron al inesperado y sorprendente anuncio del ángel de que “les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor” (Lc 2: 11), viajando apresuradamente al lugar de nacimiento de Jesús. Curiosamente, al ver al niño del que habló el ángel, los pastores “contaron lo que habían oído decir sobre este niño” para asombro de todos los que escucharon. (2:17) No solo le creyeron al ángel, sino que con gozo buscaron compartir con el mundo las Buenas Nuevas que habían recibido.

María y José

Cuando José se enteró de que su prometida estaba encinta, su primer pensamiento fue protegerla de la vergüenza. Después de que el ángel del Señor se le apareció y le habló del destino del hijo de María, José respondió obedientemente y “llevó a María a su casa”, cuidando tanto a la madre como al niño. (Mt 1: 24)

En el caso de María, ella también recibió la visita de Gabriel seis meses después de que Isabel, su prima, concibiera a Juan el Bautista. Cuando Gabriel le dijo que ella también concebiría un hijo que sería llamado “Hijo del Altísimo”, ella, como Zacarías antes, se preguntó cómo podría ser esto. (Lc 1: 32) Sin embargo, uno tiene la sensación de que fue con mucha más humildad e inocencia que el interrogatorio de Zacarías. Cuando el ángel le explicó cómo Dios llevaría a cabo el milagro, María pronunció las famosas palabras: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”. (Lc 1: 38) Su fiel entrega y total confianza en Dios literalmente cambiaron el curso de la historia.

Y finalmente...

Cada uno de nosotros debe descubrir dentro de su propio corazón la verdad de cómo reaccionaríamos y reaccionamos a los misteriosos caminos de Dios. Las respuestas de los más cercanos a la Encarnación en ese día de Navidad, hace tanto tiempo, ilustran lo siguiente: mientras el camino de la fe, obediencia y humildad conduce a la vida, el de la desobediencia, egoísmo y soberbia conduce solo a la muerte. La elección fue de ellos como la elección es nuestra.


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Doug Culp es el CAO y secretario de vida pastoral de la Diócesis de Lexington, Kentucky. Tiene una maestría en teología de Catholic Theological Union, en Chicago.