| Por Pete Burak

Pasar tiempo en adoración eucarística

Lo que miramos tiene el poder de cambiarnos. Nuestros ojos son como portales a nuestra imaginación. Ver algo tiene una capacidad única para estimular nuevos pensamientos, aclarar ideas anteriores y alterar significativamente nuestra percepción. Contemplar el Gran Cañón, el rostro de un niño o, de manera más problemática, imágenes de guerra o actos inmorales, significa que lo encontramos de una manera diferente a la de simplemente escucharlo o leer una descripción. Nuestros días están llenos de un aluvión constante de imágenes, videos y otros estimulantes visuales que amenazan con abrumarnos y hacernos pensar solo en el aquí y ahora, lo inmediato y, en muchos casos, lo visualmente placentero. Como antídoto a la tormenta visual del mundo, la Iglesia siempre ha utilizado imágenes para contar la historia de la salvación. Esa es la génesis de las hermosas vidrieras de muchas de nuestras iglesias y del hermoso arte como el techo de la Capilla Sixtina. Sin embargo, en última instancia, ningún arte, arquitectura o imagen puede reemplazar la mirada fija en el rostro de Cristo en oración, y la adoración eucarística nos ofrece una oportunidad única para hacer precisamente eso.

Santa Teresa de Calcuta fue famosa por invitar a todos a encontrarse con Jesús en el "angustioso disfraz de los pobres". Sin embargo, también era conocida por pasar un tiempo significativo, todos los días, adorando, implorando y amando a Jesús en la Eucaristía. “Pasen el mayor tiempo posible frente al Santísimo Sacramento, y él los llenará con su fuerza y poder”, dijo.

Se requiere una fe dada por Dios para creer que lo que parece un pedacito de pan sin levadura contenido en la custodia de oro es supremamente digno de nuestra atención, honor, adoración y tiempo. En la adoración eucarística dirigimos nuestra mirada hacia el Amor mismo, encontramos un misterio más allá de la comprensión del mundo y, lo más importante, nos encontramos en su mirada. El Papa Benedicto dijo una vez: “La adoración es esencialmente un abrazo con Jesús en el que le digo: ‘Soy tuyo y te pido que estés conmigo siempre’”. En un mundo lleno de atracciones en competencia, estimulación constante y ruido visual que desorienta, el tiempo con el Santísimo Sacramento puede sanar nuestras heridas, calmar nuestra mente y redirigir nuestra mirada hacia Aquel que es la fuente de nuestra alegría, esperanza y capacidad de vivir en el mundo, pero no de él. Dedique algún tiempo a adorar a Jesús en la Eucaristía, porque Él nunca se cansa de mirarle con amor.


Pete Burak es el director de i.d.9:16, el programa de alcance a jóvenes adultos de Renewal Ministries. Tiene una maestría en teología; además, es un orador frecuente sobre evangelización y discipulado.