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 | Por Veronica Szczygiel, Ph.D.

¿Cómo crezco en la fe?

Participar en una dieta espiritual saludable

Una vez, un amigo me convenció para que disfrutara de un postre, diciendo: "Las fresas son buenas para el cuerpo y el chocolate es bueno para el alma". Fácilmente persuadida, disfruté más de lo que me correspondía.

Aunque el chocolate puede parecer celestial, no hay mejor receta para nuestras almas que una vida de fe activa y comprometida. Adquirir hábitos buenos y santos nos mantendrá espiritualmente saludables.

Leyendo la palabra de Dios.

La lectura constante de las Escrituras y otros escritos espirituales profundiza nuestra comprensión sobre la fe. Podemos tener la escritura de nuestro santo favorito cerca de nuestras camas para leer algunas páginas antes de dormirnos o cuando nos despertamos. O podemos dedicar tiempo cada día a leer la Biblia, ya sea siguiendo las lecturas de la Misa diaria o usando el podcast La Biblia en un año, por ejemplo.

Hacerse amigo del Señor.

Así como llamamos o enviamos mensajes de texto a nuestros amigos y seres queridos con regularidad, también necesitamos entablar una conversación real con Dios. Él nos invita a su corazón sin cesar, y debemos aceptarlo diariamente. Una conversación con Dios podría significar rezar una decena del rosario o expresar nuestros pensamientos y sentimientos. Él quiere saber de nosotros. Necesitamos hablar y escuchar.

Servicio.

Ya sea como voluntario en nuestro comedor de beneficencia local, leyendo en Misa o rastrillando las hojas del césped de nuestro vecino anciano, cuando damos nuestro tiempo a los demás, estamos haciendo lo que Cristo nos llamó a hacer: actos de caridad. El apóstol Santiago escribió: “La fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta”. (St 2, 17) Cuando servimos a los demás, vivimos nuestra fe y servimos a Cristo: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. (Mt 25, 40)

Reflexione.

Reflexionar nos ayuda a aprender de nuestros errores, mejorar nuestro carácter y notar las bendiciones de Dios en nuestra vida diaria. Podemos orar con el Examen Diario de San Ignacio, que nos impulsa a ser conscientes de la presencia de Dios, agradecidos por su gracia y esperanzados por el mañana. También debemos hacer, periódicamente, el sacramento de la reconciliación y un examen de conciencia, antes de la confesión. Dejamos el confesionario sintiéndonos puros y completos de nuevo a través de la santa absolución de Dios.

Desarrollar hábitos santos requiere tiempo y autodisciplina. Pero este proceso nos ayuda a poner nuestra completa confianza en el Señor y amarlo incondicionalmente, así como Él nos ama. Y eso vale todo el esfuerzo.


Veronica Szczygiel, Ph.D., es la subdirectora de aprendizaje en línea, en la Escuela de Graduados en Educación de la Universidad de Fordham.